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viernes, 8 de noviembre de 2019

cuento de la cenicienta.

Cuenta una vieja historia que en un bello país había un rico comerciante que tenía una bella hija llamada Cenicienta.
Padre e hija vivían solos en una esplendorosa casa porque el comerciante había enviudado. La madre de Cenicienta había sido tan bella como la hija, pero una repentina enfermedad había acabado con su vida.
Solos vivieron unos años hasta que el padre decidió que su hija merecía las atenciones y el cuidado de una nueva madre. Por ello contrajo matrimonio con una respetable señora, que también tenías dos hijas de la misma edad aproximadamente de Cenicienta, aunque ante la belleza de esta las dos deslucían completamente.
Por ello, desde el principio la nueva madrastra y sus hijas miraban con profunda envidia a la tierna Cenicienta.
Pasaron otros pocos años y la desgracia se apoderaría de la bella muchacha. Su padre también murió de forma imprevista, por lo que el control de la casa y la fortuna familiar recayó sobre la madrastra, quien lo malgastó satisfaciendo sus caprichos y los de sus hijas.
Bajo el régimen despótico de estas, Cenicienta acabó siendo sirvienta en la casa que la vio nacer, y que por derecho merecía más que estas.
Sus jornadas se tornaban tortuosas, pues tenía que hacerlo todo en la casa, mientras sus hermanastras y madrastra vivían rampantes, sin hacer nada salvo explotarla.
Un día a la casa llegó la noticia de que el rey ofrecía un baile donde se seleccionaría la chica a la que el príncipe desposaría.
Cenicienta, que había visto al príncipe en alguna que otra ocasión y sentía simpatías por él, le preguntó a la madrastra si podía ir.
Con burla, esta le dijo que si hacía todos los deberes para esa fecha y encontraba un vestido decente le permitiría asistir con sus hijas.
Sin embargo, durante esos días recargó tanto de tareas a la muchacha, que si no hubiese sido por la ayuda de los animales de la casa, los únicos amigos de Cenicienta, esta ciertamente no hubiese terminado en tiempo y mucho menos hubiese tenido un vestido hermoso con el que ir.
Así, llegó la fecha marcada y Cenicienta, con todo terminado, bajó a la sala en un lindo vestido que había sido de su madre y sus amigos le habían ayudado a preparar para la ocasión.
Muertas de envidia las hermanastras se arrojaron sobre ella y destruyeron su vestido, con lo que a Cenicienta no le quedó otra que echarse a llorar de impotencia mientras la madrastra y sus envidiosas y poco agraciadas hijas iban al baile.

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